Dónde invertir cuando la rentabilidad del depósito se agota
Los depósitos a plazo han sido el refugio indiscutible de los ahorradores en los años de la crisis, en buena parte por quedar a resguardo de las intensas turbulencias de los mercados financieros y también por ser durante ese tiempo el principal recurso, y a menudo el único, con el que los bancos españoles se garantizaron el suministro de liquidez. Fueron el producto estrella del ahorro conservador, con rentabilidades superiores al 4%, envidiables para los castigados inversores en Bolsa e impulsadas por una necesidad de financiación que embarcó a la banca en una auténtica batalla de precios.
Pero, a medida que la gravedad de la crisis se ha ido moderando y después de que el BCE saliera al rescate de la banca con inyecciones millonarias de liquidez, los depósitos han entrado en barrena. Más aún con unos tipos de interés que cayeron del 1% en julio de 2012 y llevan en mínimos históricos del 0,25% desde noviembre de 2013. Los depósitos ofrecen ahora una rentabilidad media del 1,37%, frente al 2,83% de finales de 2012. Y sin que se esperen en mucho tiempo alzas de tipos capaces de reanimar la rentabilidad de los depósitos, surgen otras alternativas con las que apurar un poco más de rendimiento, aunque sea unas décimas, puesto que volver a las rentabilidades de antaño, del 3% ó 4% requiere ya asumir alguna dosis de riesgo superior a la del depósito tradicional.
El cliente que contratara tiempo atrás un depósito deberá decidir qué hacer llegado el momento del vencimiento: si renovarlo a un tipo de interés que previsiblemente será inferior y que en los grandes bancos no va a ser superior al 1% o buscar una alternativa.
Y ahí va a encontrar opciones como los fondos de rentabilidad objetivo –fondos con una estructura como la de los garantizados pero que no aseguran el capital–; los fondepósitos –fondos que invierten en depósitos y logran unas décimas más de rentabilidad respecto a las imposiciones a plazo–; seguros de ahorro –que requieren una inversión a más largo plazo a cambio de una mayor rentabilidad anual y beneficios fiscales–; fondos de inversión de renta fija –con todas las oportunidades de rentabilidad que ofrece la deuda soberana y la corporativa– y productos estructurados, que introducen dosis de renta variable con las que aspirar a una mayor ganancia pero que pueden llegar a encerrar mayores riesgos...